Hipérico

El hipérico o hierba de San Juan es una planta eficaz contra el desánimo y las depresiones.
La tradición del hipérico es muy antigua y ya Hipócrates cita su uso como analgésico y contra la ansiedad, así como Plino el Viejo (siglo I d.C.) y Galeno. En conjunto, el hipérico se utilizaba para curar las más diversas enfermedades, entre ellas lo que era dado en llamar “melancolía”, que San Isidoro de Sevilla describió como “angustia del alma, acumulación de espíritus demoníacos, ideas negras, ausencia de futuro y una profunda desesperanza”, definición que correspondería a lo que hoy conocemos como depresión.
También el uso externo estaba muy extendido y en el siglo XVII, el naturalista y botánico John Gerard lo bautizó como la “hierba de las heridas”. En el Renacimiento se afianzó su uso como cicatrizante basándose en la teoría de los signos (que consistía en atribuir las propiedades medicinales de las plantas en función de su forma) ya que sus hojas parecen llenas de “agujeros” perfectamente cicatrizados.
Los tallos y hojas de esta planta contienen grasa, alcoholes complejos, fitosterina y algunos taninos.
Las flores contienen una pequeña cantidad de aceite de hipérico y una sustancia coloreada, una flavona, la quercetina, con acción astringente. También contiene un glucósido rojo, el hipericón.
Tanto los taninos como la quercetina le confieren a esta planta unas excelentes virtudes astringentes y vulnerarias, cicatrizantes, aprovechadas desde muy antiguo.
Para ello se prepara un “aceite de hipérico” con unos 100 gr. De tallos floridos secos o 500 gr. Si están frescos que se colocan en una botella sobre la que se echa un litro de aceite de oliva de calidad, se tapa herméticamente y se deja macerar 40 días al sol y sereno. Se remueve todos los días, luego se filtra y se guarda en frascos herméticos. Alguna gente añade el jugo de las agallas del olmo (Ulmus campestris) y otros lo hacen más complicado añadiendo además del litro de aceite medio litro de vino blanco. Se deja macerar tres días y después se hierve al baño María hasta que evapore todo el vino.

De cualquier forma, este aceite es uno de los mejores remedios que existen para tratar cualquier tipo de herida, quemadura o afección cutánea ya que calma el dolor, calmante y hace afluir la sangre a la zona facilitando así una rápida cicatrización.
La infusión de tallos floridos es muy digestiva, sedante, diurética y vermífuga. Por lo que se recomienda a las personas que padecen afecciones digestivas, respiratorias y urinarias, dolores de estómago, lombrices intestinales, bronquitis, asma, cistitis, incontinencia de la orina, etc… y en irrigaciones se aprovecha su astringencia para combatir la leucorrea.
Por último, tomada diariamente a partir de 6 o 7 días antes de la llegada de la regla, regula la menstruación y reduce las pérdidas, debido a sus propiedades emenagogas.
A parte de la infusión puede tomarse también en forma de licor “ratafía de hipérico” que se prepara con unos 40 gr. De tallos floridos que se dejan macerar en un litro de aguardiente con un limón a rodajas durante 15 días. Al cabo de este tiempo, se filtra y se añade unos 100 gr. De azúcar. Se puede tomar una copita después de las comidas.
Bibliografía
Luis Miguel García Bona (1981) Navarra. Plantas medicinales. Caja de Ahorros de Navarra